Mickey Rorke, de sex simbol en los 80 a boxeador sin suerte en esta parte del siglo. Nadie como él para seguir su propio camino, sin darle explicaciones a nadie, por muy estrella de Hollywood que haya sido, o por mucho que eso le haya significado ser poco menos que un apestado en el star system. Toco fondo, y de que manera, al aceptar aparecer como villano en un video del puto Enrique Iglesias.
Pero faltaría poco para su redención. Su amigo Robert Rodríguez le dio el protagónico de su adaptación de Sin City, con un papel que hecho casi a su medida. Luego la suerte le sonreiría más y no pararía hasta su nominación a mejor actor por The Wrestler, aunque en el camino se llevaría un Globo de Oro por esa misma categoría. No he visto la película aún y no puedo opinar al respecto, pero que diablos, si de mi dependiera le hubiese entregado la maldita estatuilla aunque no hubiera hecho nada durante la última década, se lo merece por sus papeles de antaño. Sobre todo por dos películas en especial, Rumble Fish (1983), de Coppola, donde encarna al motorcycle boy, hermano mayor y objeto de admiración de un jovenzuelo Matt Dillon (Rusty James en el film), y el Corazón del Ángel (1987) de Alan Parker, junto a Robert de Niro y a la morena de moda de ese momento Lisa Bonnet. Bueno también está el otro “clásico” erótico ochentero, 9 Semanas y Media, junto a Kim Bassinger, que impulsó su carrera a nivel mundial y lo consagraría más como símbolo sexual que como actor de carácter.
Lo tenía todo para convertirse en la próxima mega estrella de Hollywood, pero no, al desastre que fue su vida familiar, y su frustrado matrimonio con la actriz Carre Otis, por la que hasta se cerceno un dedo para llamar su atención, se sumo su repentina decisión de dedicarse al boxeo.
Alumno aventajado del Actor’s Studio, hizo su prueba de ingreso nada menos que ante el mismo Lee Strasberg. Siempre fue un romántico de la actuación, se resistía a hacerlo solo por dinero; lucho contra el sistema y la mafia cinematográfica hasta donde pudo, pero perdió la partida. Entonces decidió sabotear lo único que le quedaba para hacer daño a la industria, su propia imagen. Si Hollywood lo creo y lo encasillo como símbolo sexual, pues el se encargaría de llevarle la contraria. Eligio el boxeo como su otra forma de vida, pues veía muchos puntos en común entre este deporte y la mística de la actuación. Fanático del panameño Roberto “Mano de piedra” Durán, (yeahh Mick, yo y mi viejo también lo somos) de quien incluso llego a ser sparring, decidió probar suerte en el circuito profesional, para lo cual se puso un alias de dudoso gusto, el Marielito; diablos, gringo tenía que ser, no la chuntan una cuando de ponerse chapas hispanas se trata, en fin. No le fue muy bien ahí, acumulaba más derrotas y empates que victorias, todo ello aunado a una libertina vida nocturna, con compañeros no muy recomendables, que iban desde Mike Tyson a J.C. Van Damme.
De esa época recuerdo una aparición suya en el programa español Sorpresa Sorpresa, donde lo presentaban casi como un fenómeno de feria y le hacían cada pregunta estúpida, se las cobro paleteando sin roche a la conductora del programa. Algunos malos momentos más, entre ellos la muerte de su hermano menor y la encarcelación de su hermano mayor, y el hombre iba cediendo en su terca revuelta contra la industria y empieza aceptar papeles segundones en mediocres producciones, entiende que lo que hace es un trabajo más y que de alguna manera tiene que sacar dinero para pagar deudas, hasta comienza a asistir a los estrenos de sus películas y a llevarse mejor con la prensa, cosas que no había hecho en sus mejores momentos.
Hasta que llegamos a la noche de febrero de 2009, en la última entrega de los premios Oscar, donde compite en la categoría de mejor actor, por su papel de un luchador de wrestling en decadencia, casi casi un biopic de su propia vida. Gloriosa la imagen del tío sobre la alfombra roja, vestido casi todo de blanco, dando declaraciones al idiota del presentador que no sabia decir que marca de ropa llevaba puesta Rourke, claro pues, al actor le resbalan esas cuestiones, supongo que se puso lo que mejor le combinaba de su closet, según su “sofisticado” gusto.
Postulaba en la categoría junto a Sean Penn, otro gran pendenciero, pero con más suerte y para el que alguna vez trabajo en algún film, quien finalmente le “robaría” el Oscar. Inolvidables las imágenes de Rourke lanzándole un besito volado a Sean, señal de evidente complicidad y de que le da igual quien haya ganado. Aunque claro para gente como yo hubiese sido un gran momento, el justo reconocimiento a un tipo entregado a su arte como pocos actores de estos últimos años y la redención casi definitiva de una larga lista de tropiezos.
Ok, Mick, tómalo con calma, ya llegará tu oportunidad el año viene, bueno si es que te mantienes en la senda que has andado hasta ahora, nada más no la sigas cagando y busca papeles que te llenen o que se yo, ahora que te puedes dar el lujo, otra vez.