Mi abuela murió en brazos de su hijo, mi padre, mientras la cargaba para acomodar su lecho de enferma. Él fue testigo de sus últimas lágrimas y quejidos y sobrellevo gran parte de su enfermedad. Tal vez por eso hasta hoy es un tipo duro, solo recuerdo haberlo visto llorar una vez, y de ebrio.
Mi abuelo materno se fue casi en paz, a pesar de su precaria salud en sus últimos años, tuvo una muerte serena, casi como lo fue toda su vida. Esa manera de irse ayuda a asimilar mucho mejor el jodido momento a quienes nos quedamos por aquí.
Pepelu, como le decíamos cariñosamente desde la infancia, se fue de la peor manera. Su inteligentísimo cerebro estaba infestado de mortales tumores, inoperables. No tuve corazón para verlo y despedirme, pero mi hermano si, lo visito en su lecho mientras estaba conectado a muchos tubos. Oró y lloró con su madre.
Mi tía S se fue a consecuencia de una cirugía mal practicada. No le toco una estancia muy feliz mientras estuvo por aquí. Pero quiero creer que tuvo sus pequeños momentos. No fui a despedirla, por que no aguantaría toda la hipócrita presencia de gente que la hizo padecer y aun así estaban en el funeral.
El Mister, como lo llamamos desde siempre, se fue, irónicamente, a unos pocos metros de donde una vez, hace muchos años, había salvado la vida en otro accidente. Esa vez estuvo unas semanas en coma y luego retorno nuevamente entre nosotros. Pero en esta ocasión no tuvo tanta suerte. Una moto lo embistió a la salida de un banco y esta vez duro poco tiempo. Como dijo mi primo, quizá el milagro ya se nos concedió la primera vez, y en esta le tocaba si o si.
Esas son, en resumen, las contadas muertes que me han tocado más de cerca, la última que relato arriba, hace pocos días nada más. Aun no he padecido una demasiado cercana y espero que aun me quede mucho tiempo para eso. Es algo que no se puede prever, pero llegado el inevitable momento solo deseo afrontarlo con entereza y sin demasiado dramatismo, a la “english way” como diría Waters. Tal vez no pueda o tal vez si, pero no desearía salir de todo eso con una mirada sarcástica y desencantada de la vida y la muerte, y más que todo, no me gustaría perder el respeto hacia el dolor que puedan sentir los demás que atraviesan momentos similares. He visto y conocido personas que tienen esa actitud y generalmente se la pasan amargados la mayor parte del tiempo o relativizando todo tipo de dolor. Eso, a la larga, deshumaniza.
O tal vez me vaya yo primero, quien sabe, así me evito tanta vaina.
*Referencia al clàsico tema de Pink Floyd. Un escalofriante gemido de casi 5 min. ante la tristeza e inminencia de la muerte.
1 comentario:
Tan dolorosa y deliciosa.
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